Giorgio Häfner - Luigi dei Sacri Cuori
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Nació en Fitero (Navarra), España, el 24 de junio de 1600, y fue bautizado el 29 de junio, festividad de San Pedro, a quien siempre tuvo especial devoción.
En 1610 fue encomendado, para su educación, al cuidado del obispo de Tarazona Don Diego de Yepes, y durante cinco años asistió al Colegio de la Compañía de Jesús en la ciudad de Tarazona, desde donde pasó luego a las Universidades de Huesca, Alcalá y Salamanca. Terminados sus estudios, en 1621 regresó a Ariza, donde gobernó los estados de su padre el marqués y tuvo oportunidad de leer y estudiar muchos otros autores y textos.
Por interés del Conde-Duque de Olivares se le ofrecieron plazas y honores en el Madrid de Felipe IV, primero en el Consejo de Guerra, en 1626, y a partir de 1629, en el de Indias, distinguiéndose notablemente por su prudencia e inteligencia en sus intervenciones en ambos Consejos.
En 1629 se produce un hecho decisivo en su vida, ya que, tras un año de intensa preparación, en oración y penitencia, recibe la ordenación sacerdotal el 15 de abril. Poco después de su ordenación, el rey le encomendó la misión de acompañar a su hermana María, que se había convertido en la esposa del futuro emperador de Hungría, como capellán y limosnero. Fue durante este viaje de más de un año a Europa que tuvo lugar su encuentro místico con la Humanidad de Cristo a través de un Crucifijo, con brazos y piernas quebrados por los herejes. Sintió que el Crucifijo le pedía que no lo dejara allí abandonado; se lo llevó consigo, lo hizo restaurar y fue su compañero de viaje por el resto de su vida.
En 1639, tras las oportunas consultas, don Juan de Palafox fue designado para la sede episcopal de Puebla de los Ángeles, con la adición de otros importantes cargos gubernamentales en la Nueva España, como el de Visitador. Partió para las Indias en 1640 y permaneció allí hasta 1649, desempeñando importantes cargos al servicio de la monarquía y de la Iglesia, no sin dolor e incomprensión por parte de quienes se negaban a someterse a las directrices de la disciplina eclesiástica y al orden establecido por las leyes de la monarquía.
En aquellas tierras aún se recuerda al Beato Palafox como el gran reformador, el incansable pastor de almas, el protector de los desposeídos y de los indígenas, y también como el constructor de la catedral y de otros numerosos edificios, y el fundador de la Biblioteca Palafoxiana, formado a partir de varios miles de volúmenes que donó de su biblioteca particular traídos de España.
Como prelado se distinguió por su atención pastoral y educativa, creando los Colegios de San Pedro y San Pablo para la formación de los seminaristas, erigiendo en ellos y proveyendo cátedras con lenguas indígenas, cuyo conocimiento era exigido para ser ordenado sacerdote. La construcción de la catedral, iglesias parroquiales y otras fundaciones estuvieron siempre en el centro de su atención, así como la educación de los fieles en la doctrina de la fe, a través de las catequesis que él mismo impartía en sus visitas.
Como buen canonista y celoso pastor, tuvo especial preocupación por aplicar estrictamente las normas promulgadas por el Concilio de Trento, relativas a la disciplina eclesiástica, al culto eucarístico, al culto mariano y santoral, a la dignidad de la liturgia y del canto, y, sobre todo, a aquellas sobre una de sus preocupaciones más constantes, la formación del clero.
El obispo Palafox tuvo que regresar a España, por orden del rey, a raíz de los problemas que surgieron en torno a sus intervenciones como reformador, pero siguió gobernando la diócesis, a través de sus vicarios y cartas pastorales hasta 1654, en que fue trasladado a la diócesis de Osma, donde continuó ejerciendo su celo pastoral hasta su santa muerte, acaecida en el palacio episcopal de esa ciudad el 1 de octubre de 1659.
La ceremonia de beatificación tuvo lugar el 5 de junio de 2011.
No se explica en el texto cuál es la relación con la orden, ni que fue el primero en valorar y publicar las cartas de Santa Teresa, salvando muchas de ser destruidas o recortadas para conservar la firma.
Juana María Condesa Lluch nació en Valencia (España) el 30 de marzo de 1862. Tenía apenas 18 años cuando descubrió que la voluntad de Dios para su vida era que se entregara por completo a la causa del Reino, a través de la evangelización y el servicio a las mujeres trabajadoras.
En 1884, tras superar diversos obstáculos planteados por su arzobispo, que la consideraba demasiado joven para fundar una congregación religiosa, obtuvo permiso para abrir una casa que acogiera, formara y devolviera la dignidad a las trabajadoras. Unos meses más tarde se inauguró en esta misma casa una escuela para las hijas de trabajadoras.
Obtuvo la aprobación diocesana para el instituto en 1892: en 1895 hizo la profesión temporal y en 1911 la profesión perpetua. El 16 de enero de 1916 pasó a contemplar el rostro de Dios para toda la eternidad.
La ceremonia de beatificación tuvo lugar el 23 de marzo de 2003.
Nació el 19 de junio de 1855 en Sandow, Brandeburgo, hoy territorio polaco, de padres luteranos profundamente creyentes.
Su padre era pastor de la Iglesia Evangélica. Sin embargo, en cierto momento, insatisfecha con la religión de su padre, Ana María aterrizó en la Iglesia católica. Esto tuvo lugar el 30 de octubre de 1888, cuando hizo su profesión de fe tridentina en la iglesia de los Santos Apóstoles en Colonia. Esta meditada decisión le provocó, sin embargo, numerosas humillaciones y sufrimientos, al punto de ser expulsada de la casa de su padre y despedida de su cargo de directora del hospital psiquiátrico de Colonia.
Sin hogar y sin trabajo, abandonada por todos, Ana María deambuló durante mucho tiempo antes de llegar a lograr un asilo para niños en un instituto religioso.
En cambio, trabajó como dama de compañía en una familia. Fue entonces cuando la joven se dio cuenta de que en las calles de Berlín muchos niños, en su mayoría hijos de italianos demasiado ocupados en el trabajo para cuidar a la familia, eran miserablemente abandonados a su suerte. Movida por la compasión, comenzó a cuidarlos. Para lograr este arduo objetivo decidió fundar una comunidad religiosa: la Congregación de las Hermanas Carmelitas del Divino Corazón de Jesús. Inició su primera obra en Berlín, donde el 1 de agosto acogió a los tres primeros niños pobres, así como a reunirse en torno a ella otras compañeras que estaban ansiosas como ella por ayudar a los más desfavorecidos.
Su caridad no se limitó exclusivamente a los niños. La Madre María Teresa de San José, este es el nombre que asumió en religión, también se hizo cargo de los ancianos, de los que estaban solos, abandonados, lejos de la Iglesia, de los emigrantes, de los simples trabajadores que por alguna circunstancia se encontraran sin techo
En 1897 tuvo lugar su admisión al Carmelo en la Casa General de los Carmelitas Descalzos. Tras esto fundó la primera casa en Holanda en 1898, el primer noviciado en Sittard en 1899 y otro noviciado en Maldon en 1901. Su gran devoción a San José la llevó a poner todas las casas de su obra bajo la protección del Esposo de María.
En 1903 hizo su primer viaje a Roma y a los pocos meses se dirigió a Cremona para iniciar la actividad a favor de los niños pobres, en la casa del honorable Ettore Sacchi. En 1904 la Madre María Teresa de San José regresó por tercera vez a Roma para inaugurar la Casa Madre en Rocca di Papa, inaugurada con la ayuda del Cardenal Francesco Satolli y los Carmelitas Descalzos. Fue precisamente en esta ocasión cuando la congregación recibió su denominación definitiva, ya mencionada anteriormente.
La Madre María Teresa de San José finalmente falleció el 20 de septiembre de 1938 en Sittard, Holanda.
La ceremonia de beatificación tuvo lugar el 13 de mayo de 2006.
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